Una Mousse es ideal para terminar cualquier comida o para merendar un postre ligero, esponjoso y con una gran variedad de sabores.
Para hacer nata montada utiliza nata que esté fría. Cuanto más fría, más fácil será conseguir la textura perfecta. Pon previamente en el congelador las varillas y el cuenco donde vamos a batir la nata.
Es muy importante que la nata tenga, al menos, un 35% de materia grasa, de lo contrario, esa nata será adecuada para cocinar, pero no para montar.
En el caso de utilizar batidora, es importante empezar a velocidad mínima para que se formen burbujas de aire pequeñas, de esta forma la consistencia durará más.
Es importante no sobre batir la nata ya que, de lo contrario, se convertirá en mantequilla.
Hay mousses que necesitan gelatina en la preparación, las hojas de gelatina hay que hidratarlas en agua fría y escurrirlas muy bien. Después hay que diluir en líquido caliente (que no hierva) para que la gelatina se funda.
Si eres una persona atrevida, para saber si la nata está montada y en su punto, tienes que volcar el recipiente, si no cae la mezcla… ¡Éxito!
Para incorporar la nata al resto de la mezcla, es importante que esté a temperatura ambiente o fría y utilizar movimientos suaves y envolventes para conservar el aire.
Una vez tengas la mezcla lista en los vasos de presentación ¡no seas impaciente! Asegúrate de dejar enfriar tu Mousse en la nevera.
Utiliza frutas, toppings o incluso hojas de menta para decorar tu Mousse y ¡Triunfa con tu creación repostera!