Son el final perfecto a las comidas y cenas de verano. Ideales también en la meriendas de terraza, al aire libre, dejándonos
acariciar por las brisas veraniegas.
Llenas de color, de texturas ligeras y fruta, mucha fruta; ideales para degustar junto a un té helado, un vaso de leche fría, una
deliciosa horchata o un café con hielo.
Utiliza siempre un queso cremoso; son los más fáciles de trabajar, no aportan grumos y logran una textura más cremosa.
Puedes hacer tu tarta con o sin base, de galletas o de magdalenas desmigadas. Para triturar las galletas mételas en una bolsa tipo zip (con "cremallera") y con unos golpecitos, ¡galletas a punto!
Puedes hacerla con capas, que pueden ser de lo que se te ocurra: puedes usar galletas, bizcochos de soletilla o galletas mojadas en café.
La mantequilla que mezcles con las galletas de la base, debe estar cremosa, no líquida. Para que no se rompa la base, colócala en el molde y mantenla en la nevera hasta que viertas la mezcla.
Utiliza un molde desmontable para que puedas desmoldar tu tarta sin problemas, o si no lo es, fórralo con papel de horno.
Las tarta frías son muy versátiles y puedes adaptar no solo los sabores, el tipo de galletas, sino también la forma del molde, customizándolo según la ocasión.
El limón es el aliado perfecto ya que, en combinación con la leche condensada, tiene efecto espesante. Tendrás una mezcla suave y cremosa para tu tarta.
Dejar enfriar la tarta unas horas en la nevera, quizás el paso más complicado, pero solo porque ¡hay que aguantar para poder probarla!